Las
poblaciones de los organismos cuentan con un número limitado de individuos.
Debido a que las poblaciones son finitas en número, las frecuencias génicas
pueden cambiar por un puro proceso de azar conocido como deriva genética. Esto
es frecuente en poblaciones muy reducidas, donde la deriva genética puede
producir grandes cambios en la frecuencia de determinadas variantes genéticas
(o alelos) de una generación a la siguiente; mientras que en las grandes
poblaciones, los cambios por azar en la frecuencia de los alelos son
generalmente muy pequeños. Por lo tanto, la deriva genética resulta de la
variación al azar en la supervivencia y reproducción de las diferentes
variantes o genotipos. La deriva genética resulta en cambio evolutivo, pero no
en adaptación, aunque en combinación con la selección natural puede
favorecerla.
Se
puede decir que la selección natural es el agente de cambio evolutivo más
importante, simplemente porque, del total de variaciones posibles en un
organismo, se seleccionan aquellas que son más favorables en un determinado
entorno. La selección natural provoca que individuos con rasgos o
características más ventajosas en un determinado entorno tengan mayor éxito
reproductivo (esto es, mayor eficacia biológica) que los individuos que no poseen
esas características. Como resultado habrá una frecuencia más alta de sus genes
o genotipos en la población debido a que sus descendientes los habrán heredado
y serán más numerosos que los descendientes de aquellos individuos que no
poseían esas características ventajosas.
En la
mayoría de los casos, las circunstancias ambientales son las que determinan qué
variante tiene la mayor eficacia biológica, y la consecuencia común de la
selección natural es la adaptación, es decir una mejora en la habilidad media
de los miembros de la población para sobrevivir y reproducirse en su ambiente.
Las presiones selectivas (influencia del ambiente en la eficacia biológica) son
las causas de que ocurran los procesos de selección natural. La consecuencia
inmediata de estas presiones o agentes selectivos sobre las poblaciones de
seres vivos es la evolución de características o rasgos que mejoran la
adaptación de los organismos al ambiente que les rodea. Por tanto, los procesos
evolutivos por selección natural son los únicos que pueden dar lugar a
adaptaciones.
La
selección natural no persigue un objetivo. Es más, no hay variantes mejores que
otras en sentido absoluto, sino que todo depende de las circunstancias del
entorno. Lo que es favorable en un momento dado, puede no serlo en otro.
Históricamente,
la selección natural se ha dividido en dos categorías: la selección ecológica y
la selección sexual. Sin embargo, básicamente son los mismo; es decir, se trata
de producir más progenie. Se puede conseguir un mayor número de descendientes
viviendo más, siendo más fecundo o maximizando el éxito de emparejamiento,
existiendo costos y beneficios para cada una de esas estrategias. El medio
físico, ecológico y social impone presiones selectivas que afectan a la
probabilidad de conseguir descendientes. El compendio de todas esas presiones
es la selección natural, una de cuyas formas se denomina selección sexual.
Cuando
se hablan de mutaciones algunas personas suelen confundirlo o malinterpretarlo,
la evolución ya desde antes del antecesor común a todos los seres vivos
(también llamado LUCA, del inglés Last Universal Common Antecesor) se ha
producido gracias a muchísimos cambios aleatorios en la secuencia de bases del
ADN que llamamos mutaciones. Esto se origina por errores de la información
genética contenida en las células –por factores químicos o físicos– y también
su posterior propagación por replicación, siendo trascendentes para la
evolución aquellas que luego se van a trasmitir a la descendencia: las células
somáticas si la reproducción es asexual y los gametos si es sexual.
Por
este motivo, decimos que las mutaciones son la fuente primaria de variabilidad
génica, imprescindible para que exista evolución. Entonces, sin mutaciones no
se presentaría la variabilidad genética que necesita la selección natural
–además, dicha diversidad es importante para que la población se amolde (o
adapte) con mayor éxito a los continuos cambios ambientales–. Permítanme hacer
una analogía: si vamos a una tienda donde solo hay jerseys naranjas, no tenemos
la opción de elegir cómo lo queremos, y si además este fuese el único
establecimiento de la ciudad y el color naranja supusiese una desventaja, la
población se va a pique. A no ser que en la tienda empiecen a vender jerseys de
otros colores.
Existe
un hecho que muy pocos discuten, y es que la Teoría de la Evolución es la base
de la biología. Desde finales de los años 50 del pasado siglo hasta la
actualidad se ha pasado de una ausencia total de la perspectiva evolucionista
en las investigaciones biológicas a una presencia continua. Esta transformación
se ha acelerado, extendido e intensificado durante las últimas tres décadas. En
el momento actual, publicaciones científicas en todas las disciplinas
biológicas, desde la biología molecular a la neurobiología, pasando por la
biología celular, anatomía y todas las demás, utilizan la Teoría de la
Evolución como principio de explicación y fuente de hipótesis de trabajo.
Para
terminar, me gustaría dejar claro que este texto no es más que un intento de
resumir los aspectos más fundamentales de que consta la actual Teoría de la
Evolución. La complejidad y extensión real de la teoría es suficiente para que
haya varios libros que la abordan en profundidad, y su enseñanza requeriría de
varias asignaturas universitarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario